Mañana se celebra el día de la mujer. No voy a repetir el trillado discurso sobre su significado, la importancia de la celebración y ese bla, bla que terminan siendo palabras huecas ante la magnitud de lo que sucede en realidad. Santiago Cruz describió el domingo el caso de una niña de 3 años a la que se le vulneran sus derechos porque le niegan la relación con la familia de su fallecida madre. Es una niña, 3 años y ya está violentada. Por lo general se asocia violencia contra la mujer “mayor” o en dificultades en relaciones de pareja. Pero aquí, en este caso, ya empieza el calvario de esta niña desde los 3 años, por ser pequeña, por ser mujer y por ser huérfana. ¿Qué sigue?
Entonces, despertar es básico. Declarar emergencia nacional como cuando sucede una tragedia natural, para colocar todos los estamentos posibles del Estado al servicio de la equidad de género, donde todos quepamos en igualdad de condiciones. Caer en cuenta, en definitiva, un proceso de conciencia. La cultura es responsable de la inequidad, aceptando que la cultura somos todos. Y aun cuando suene absurdo, el trabajo individual de conciencia de una mujer, trasciende su entorno personal y puede resonar en otras vidas de otras mujeres y de otros hombres. Todo tiene que ver con todo. La revolución femenina produjo un cambio monumental en las parejas porque la relación ya no es entre uno que manda y otro que obedece. Ya no existe un jefe y un subordinado. Y esta “emparejada” mueve el piso porque no estamos educados para esta forma de vida. Van mucho mas rápido las ideas y los deseos que los comportamientos. Claro, el concepto (y vivencia) del amor también se movió: no somos media naranja, ni complemento porque no soy (no puedo ser) media persona y estar incompleta en mi esencia. Pero lo que verdaderamente ha sido una hecatombe es cuando una mujer puede expresarle a su compañero que “no lo necesita”, que puede vivir sin él. Lo anterior no significa que no lo ame, no. Por el contrario rescata el significado mas profundo del amor y suprime la necesidad. Confundir amor y necesidad es una de los grandes nutrientes del patriarcado. Y cuando no lo necesito, cuando soy libre, cuando puedo vivir sin un hombre, qué paradoja, puedo empezar a amar. El amor teñido de necesidad es una dependencia, puede convertirse en patología. “Cuando estoy contigo la orquesta interpreta una melodía, pero cuando tu te vas, la orquesta no se detiene. Siempre hay música en mi vida”. Anthony De Mello.
Entonces, esta nueva mujer (este nuevo hombre) deben aprender a compartir sin necesitar. Si el objetivo de una mujer es encontrar un hombre, si todo lo que realiza en su vida, trabajos, amistades, estudios, logros, dinero, familia, figura física, no tiene valor sino lo avala un hombre, entonces… es allí donde está el siguiente paso de una mujer. No puedo necesitar un hombre, no puedo depender de él. Tantas mujeres muy valiosas en sus realizaciones que todavía se sienten incompletas porque no existe un hombre a su lado, porque no tienen un hombre que le de significado a sus vidas. Aprender a vivir sin él, aprender a vivir sin depender, mirar para adentro y encontrar el verdadero potencial en lo que se es, es una manera sana de construir presente. Y en definitiva, ser dueña de ti misma. ¿Lo intentas? Conversemos…
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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